RAYMOND CARVER UN YANKEE MUY ARGENTINO
Claridad, ojos de perros en la noche, esto es: limpidez de mirada para ver lo oscuro, o lo contrario, forzar la mirada, ponerse visco para que las cosas parezcan oscuras, el primer caso es el Raymond Carver, el segundo no nos interesa. Desocupados, borrachos, cornudos, vagos, inútiles y fracasados desfilan por los relatos del escritor norteamericano. El tipo nos habla, por dar un ejemplo, de una multitud de hombres y mujeres apiñados en la oficina, se refiere a la oficina de seguridad social donde los desempleados acuden a dejar sus datos, como si fuese de acá nomás, en el mismo barrio dónde nuestros pibes patean en la vereda una desinflada pelota. Se supone que tratándose del potentado país del norte esas cosas no ocurren, o acaso, la verdad, si ocurren de eso no se habla. Pero allí esta el hombre, un lindo grano en el traste norteamericano, contándonos como son las cosas en realidad. Pero ojo, no aparece la risa idiota del político, no la confrontación social, hasta el disconformismo se tarda o no se evidencia. La cosa no es así, está ese sujeto marginal tal cual es, un hombre común que le preocupa que el refrigerados está vacío, un tipo cualquiera con sus odios y amores, nada del sujeto social, del ser político, nada de eso; es cierto, se podría argumentar que en un país como USA, bipartidista, la democracia ha quedado atrás, las conquistas sociales y todo eso ya no forman parte del horizonte del imperio, y algo de eso es cierto, pero Carver es un Argentino como cualquiera de nosotros, y más, no gasta pólvora en chimangos, insisto, al tipo le interesa observar a ese hombre común, le interesa exponerlo en la página sin la más mínima opinión de su parte, sin moralinas, dejarlo desnudo en sus obsesiones, problemas y dolores ante el ojo del lector, y ese hombre de pronto es el árbol que no deja ver el bosque, el bosque que espere, si no entendemos el árbol del bosque qué vamos a saber, ahora está, bendito o maldito, de una vez por todas: el hombre, quizás como nosotros, argentinitos mal criados no lo podríamos hacer. ¿Hay algo biográfico en Carver? Es muy probable, si uno incursiona en algunos papeles sobre su vida, descubre que el tipo tuvo muchos y mal pagos empleos, que tuvo, por lo tanto, serios problemas de dinero, padeció un fracasado matrimonio, estuvo muy enfermo y gravemente comprometido con el alcohol. Y a qué viene esto, en realidad poco importa cuál de sus personajes es el mismo Carver, lo que sí importa es que el tipo activa sus propias circunstancias hasta más no poder, algo que no le quita mérito alguno sino que potencia la voz de sus personajes. En concreto el tipo no adolece, no se avergüenza de ser lo que es, y no busca ningún superhéroe para sus personajes, Clark Kent nunca es Supermán, y allí radica su poder, al lector le comienza a atrapar ese pobre y torpe típo anteojudo y que el señor volador de los calzoncillos sobre el pantalón engrupa a otros. Por último es interesante ver el juego objetividad-prosa, subjetividad-poesía. Pareciese que en Carver este juego consistiese en dos situaciones claras, la primera, ante la necesidad de exponer con cierta distancia una situación, que bien puede o no ser personal, elige la prosa. Allí el narrador corre un velo sobre su rostro, no opina, se mantiene distante, sólo crea el clima, y todo lo que se digan sus personajes y de lo que de ello se desprenda correrá por cuenta del lector. La segunda situación es cuando el escritor quiere estar presente en la escena, entonces emerge El Poeta, ese hacedor, y emerge el Yo del poeta, (y aquí que aparezcan los detractores del Yo en poesía, que critiquen entonces a Carver, Bukowski, Sexton, escritores del país norteño herederos de Whitman y los Bitiniques -como diría, por beat generación, un amigo que maneja muy bien el cocoliche-) Por que Carver, aunque su mayor fama la deba a la prosa, es un enorme poeta capaz de crear esos difíciles poemas que como el barrio del tango son lindos de tan feos, y cuanto más desprolijos más excitantes. Por que Carver es un enorme poeta que bien conoce el buen uso del yo. Yo que es uno con su poesía y lo dota de esa personalidad arrasadora, que aunque pierda todo en una partida de póker, precisamente, porque pierde, nos mueve a apoyar nuestro brazo sobre su hombro y acompañarlo a tomar una cerveza. Una cerveza, sí, aquí nomás, en el bar de la esquina.
“PONGASE USTED EN MI LUGAR”
O COMO EL PATETISMO NO DEBE INVADIR UN RELATO
En “Póngase usted en mi lugar” Carver nos mantiene prevenidos, nos da una clase ejemplar de cómo no escribir un cuento, escribiéndolo. Se crea la situación, una pareja va ha visitar a sus antiguos locadores, y allí están la típica pareja burguesa, el señor sabelotodo y su mujer subyugada. El señor sabelotodo comienza a tirarle consejos, tan creído de si mismo como nuestra señora presidenta, le dice “Pienso que un viaje a Europa le vendría muy bien a un escritor” y Carver que por aquel entonces era como la hija de la lágrima de Charly “No conozco Nueva York, no sé lo que es París, vivo dentro de una lágrima vivo dentro de mí”. Porque está claro que para un escritor el viaje es interno, sin negar lo otro, la mesa del bar de Philips Larkin, la biblioteca y la ceguera de Borges pueden ser suficientes. El relato sigue cuando el sabiondo comienza contándole, para que tome note como escritor, un “idilio ardiente” una historia a la que la señora adjetiva de “repugnante”, chupada de pipa de por medio el buen señor le pide que “logre penetrar en la cabeza de ese hombre”, sigue con la telenovela y le pide que piense en “ella” la joven adolescente enamorada del hombre casado, todo desde un plano moral, plano que al parecer debe privar en el relato, cuando sabemos que en Carver ocurre todo lo contrario, los hechos dicen, el lector juzga, los hechos que van creando ese, como le gustaba decir, “clima de amenaza” donde todo parece a punto de estallar, donde el escritor es un tercero un poco alejado de la historia que deja que esta trascurra casi intocada por él mismo. Por otra parte, nunca encontrará en otra cabeza, por más telepatía que use, lo que no está en la suya. Los lugares comunes se suceden, en esta y en la segunda historia que el señor de la pipa obliga a su mujer contar y así lo hace hasta que llega la frase que hace tentar al aconsejado, dice la señora “El destino la envió a morir en el sofá de nuestra sala, en Alemania” grandilocuencia tal, pedantería y patetismo que hacen que nuestro joven escritor estalle en la risa ante la impavidez de los anfitriones, que como si fuera poco, el señor de la pipa , enojado aconseja –“Si fuera usted un escritor de verdad…. Trataría de entender. Sondearía en las profundidades del corazón de aquella pobre mujer…” es decir sigue lanzando como mazazos esos pedazos de retórica, que más que mazazos parecen bollos de grasa semiderretida, que a nuestro personaje esquiva y no hace más que provocarle más y más risa. Bien, creo que Carver se la ingenia con este “anticuento” para sus propias convicciones, hacer una muy buena historia.
FINAL DEL RELATO “PONGASE USTED EN MI LUGAR”
Myers arrancó y se apartó del bordillo. -Esta gente está loca –dijo Paula. Myer le dio unas palmaditas en la mano. -Daban miedo –dijo Paula. Myers no contestó. Le dio la impresión de que la voz de Paula le llegaba de muy lejos. Siguió conduciendo. La nieve golpeaba contra el parabrisas. Siguió silencioso, mirando la carretera. Se hallaba en el final mismo de una historia.
“LA VIDA DE MI PADRE”
Este relato autobiográfico de Carver puede tomarse como un buen ejemplo de su estilo. Aunque el tema lo toque tan de cerca mantiene la tensión sin caer en trampas sentimentales. Obsérvese cuando toca el tema de el padre mujeriego, con todo lo traumático que puede haber sido pone todo en boca de su madre: -Una vez encontró el lápiz de labios de otra junto a un pañuelo bordado (la madre)¿Ves esto?, me dijo, alguna putita lo dejó en el coche”. Aquí la voz de la madre diciendo aquello de “alguna putita” deja todo dicho. Mas adelante cuando visita en la clínica mental al padre, una mínima descripción nos explica absolutamente cómo era el estado del enfermo “Estaba sentado en un sofá con una manta sobre las piernas” No mucho más que agregar. Estilo Carver. Culmina con un poema dedicado al padre que surge a partir de una fotografía, y luego una explicación de ese poema, nos dice: El poema es verídico en sus detalles, excepto que mi padre murió en junio y no en octubre, como dice la primera palabra del poema. Quería una palabra con más de dos sílabas para que fuera más pausada. Pero, más que eso, quería un mes apropiado a lo que sentía cuando escribía el poema, un mes de días cortos y luz que se desvanece, humo en el aire, las cosas pereciendo. Junio eran noches y días de verano, graduaciones, el día de mi boda, el cumpleaños de uno de mis hijos. Junio no era mes para que el padre de uno muriera” Y esta mentira: Octubre por Junio quizás porque esa sea la verdad del poema, la verdad de la poesía que siendo mentira es más verídica que la realidad. La poesía es verdad, la realidad quién sabe.
Roberto Daniel Malatesta
RAYMOND CARVER
RAYMOND CARVER - Conversación
Podríamos tomar al relato “Conversación” como emblemático del estilo “Carver” en él se desarrollan características cómo:
1- Mínima cantidad de personajes (en este caso Sandy y su marido, el desocupado)
2- Desarrollo en un espacio reducido (aquí la sala del famoso sofá y la cocina)
3- Objetividad en el desarrollo de la acción, no hay juicios, los juicios sobre el comportamiento de los personajes quedan a criterio del lector. La voz que relata se mantiene distante y deja que la escena transcurra.
4- El famoso, por él mismo Carver explicado, clima de amenaza. Esa tensión que crece a medida que transcurre el relato y que parece que la situación “estallará” en cualquier momento (ciertamente pocas veces estalla, ese explosivo también queda en manos del lector)
5- El elemento “gestual” los personajes suelen decir más con gestos que con palabras dotando a la trama de una resonancia que del silencio va al lenguaje (que sólo opera en el lector) a través de esa “propagación” sugestiva.
6- Se pueden nombra muchos más: Cotidianeidad de los hechos, marginalidad de personajes con vidas personales conflictivas y a punto de caer en el vacío.
En particular este relato comienza con un desocupado que se despacha con el sencillo y nada patético – Hoy me han despedido. “Oye, ¿qué va a ser de nosotros ahora?” (Yo diría también, nada argentino, proclives a caer en las exageraciones en estos terrenos) suficiente, a partir de allí se instala en el sofá de la sala, televisor encendido, almohada y un libro que siempre permanece en la misma hoja. “Es como si viviese ahí” pensaba Sandy su esposa. Pero la acción se desarrolla sobre todo luego de un hecho doméstico: la heladera que se funde y como consecuencia una pila de alimentos en mal estado, (muy importante que haya helado pues ese helado chorreado parece “pintar” la escena)
La parte gestual aparece mucho pero aquel, ante la increíble calificación de “especialista en anuncios del periódico” del desocupado, observamos a Sandy “Ella se quitó las manos de la cara y lo miró”.
Y la escena final donde son los pies y el charco de agua que nos permiten seguir, como quería Borges, viviendo en el cuento. Ningún final cerrado, todo lo contrario, el esposo de Sandy se instala en nuestra sala.
Transcribo los párrafos finales
“Bajó la cabeza y vio los pies descalzos de su marido. Miró aquellos pies junto a un charco de agua. Sabía que en la vida volvería a ver algo tan raro. Pero no sabía que hacer. Pensó que lo mejor sería pintarse un poco los labios, tomar el abrigo y marcharse a la subasta. Pero no podía apartar la vista de los pies de su marido. Dejó el plato en la mesa y se quedó mirando hasta que los pies salieron de la cocina y volvieron al cuarto de estar.”
UN POEMA (Y de yapa un segundo poema muy particular para nosotros los argentinos)
ENCERRADO AFUERA Y TRATANDO DE VOLVER A ENTRAR
Simplemente sales y cierras la puerta
sin pensar. Y cuando te das vuelta y miras
lo que has hecho
es demasiado tarde. Si esto suena
como la historia de una vida, está bien.
Estaba lloviendo. Los vecinos que tenían
llave no estaban. Probé y probé
con las ventanas de abajo. Observé
dentro el sofá, las plantas, la mesa
con las sillas, el estéreo.
Mi taza de café y el cenicero me esperaban
sobre la mesa con tapa de vidrio, y eso
me partió el corazón. Dije Hola, amigos,
o algo así. Después de todo,
esto no era tan malo.
Me habían pasado cosas peores. Esto
era incluso un poco divertido. Encontré la escalera.
La llevé y la apoyé contra la casa.
Después bajo la lluvia trepé hasta el balcón,
salté la baranda
y probé la puerta. Que estaba cerrada,
por supuesto. Pero igual miré adentro,
mi escritorio hacia la que alzaba la vista
y miraba para afuera cuando me sentaba allí.
Esto no es como la planta baja, pensé.
Esto es otra cosa.
Y era algo mirar hacia adentro así, sin ser visto,
desde el balcón. Estar allí, adentro, y no estar allí.
Ni siquiera creo que pueda hablar de eso.
Acerqué la cara al vidrio
y me imaginé allí adentro,
sentado ante el escritorio. Alzando la vista
de mi trabajo de vez en cuando.
Pensando en algún otro lugar
y en algún otro tiempo.
En la gente que había amado entonces.
Durante un minuto me quedé bajo la lluvia.
Sintiéndome el más afortunado de los hombres.
Aún cuando me atravesara una ráfaga de dolor.
Aún cuando me sintiera violentamente avergonzado
del daño que entonces había hecho.
Hice trizas esa bella ventana
y volví a entrar.
CUBIERTOS
Haciendo trolling con el señuelo 20 pies detrás del bote
bajo la luz de la luna, ¡cuando el enorme salmón picó!
Y salió entero fuera del agua. Pareció pararse
sobre su cola. Después volvió a caer y se fue.
Temblando, seguí hasta el puerto como si nada
hubiera pasado. Pero había pasado.
Y pasó tal cual lo acabo de contar.
Me llevé el recuerdo a Nueva York
y más allá. Me lo llevé donde quiera que fui
Todo el camino hasta aquí, hasta la terraza
del Jockey Club de Rosario, Argentina.
Desde donde miro el ancho río
que devuelve la luz de las abiertas ventanas
del comedor. Me quedo fumando un cigarro,
escuchando el murmullo de los socios
y sus mujeres adentro, el leve sonido
metálico de los cubiertos contra los platos. Estoy vivo
y bien, ni feliz ni infeliz,
aquí en el Hemisferio Sur. Por eso me deja
más perplejo que nunca
el recuerdo de ese pez perdido, alzándose,
dejando el agua y volviendo a ella.
El sentimiento de pérdida que me asaltó entonces
me asalta todavía. ¿Cómo transmitir algo de lo que siento
sobre este asunto? Adentro siguen
conversando en su propia lengua.
Decido caminar
por la orilla. es la clase de noche
que hace que hombres y ríos estén más cerca.
Camino un trecho, después me detengo. Advirtiendo
que no he estado cerca. No
durante muchísimo tiempo. Ha sido
esta espera la que ha venido conmigo
a todas partes. Pero ahora crece la esperanza
de que algo se levante y salpique.
Quiero oírlo, y seguir adelante.
Raymond Carver
CONSIGNA: Relato o poema, lo que ustedes prefieran, “un hecho doméstico que les haya sucedido (o no). Si se puede imitar el estilo Carver mejor.
Claridad, ojos de perros en la noche, esto es: limpidez de mirada para ver lo oscuro, o lo contrario, forzar la mirada, ponerse visco para que las cosas parezcan oscuras, el primer caso es el Raymond Carver, el segundo no nos interesa. Desocupados, borrachos, cornudos, vagos, inútiles y fracasados desfilan por los relatos del escritor norteamericano. El tipo nos habla, por dar un ejemplo, de una multitud de hombres y mujeres apiñados en la oficina, se refiere a la oficina de seguridad social donde los desempleados acuden a dejar sus datos, como si fuese de acá nomás, en el mismo barrio dónde nuestros pibes patean en la vereda una desinflada pelota. Se supone que tratándose del potentado país del norte esas cosas no ocurren, o acaso, la verdad, si ocurren de eso no se habla. Pero allí esta el hombre, un lindo grano en el traste norteamericano, contándonos como son las cosas en realidad. Pero ojo, no aparece la risa idiota del político, no la confrontación social, hasta el disconformismo se tarda o no se evidencia. La cosa no es así, está ese sujeto marginal tal cual es, un hombre común que le preocupa que el refrigerados está vacío, un tipo cualquiera con sus odios y amores, nada del sujeto social, del ser político, nada de eso; es cierto, se podría argumentar que en un país como USA, bipartidista, la democracia ha quedado atrás, las conquistas sociales y todo eso ya no forman parte del horizonte del imperio, y algo de eso es cierto, pero Carver es un Argentino como cualquiera de nosotros, y más, no gasta pólvora en chimangos, insisto, al tipo le interesa observar a ese hombre común, le interesa exponerlo en la página sin la más mínima opinión de su parte, sin moralinas, dejarlo desnudo en sus obsesiones, problemas y dolores ante el ojo del lector, y ese hombre de pronto es el árbol que no deja ver el bosque, el bosque que espere, si no entendemos el árbol del bosque qué vamos a saber, ahora está, bendito o maldito, de una vez por todas: el hombre, quizás como nosotros, argentinitos mal criados no lo podríamos hacer. ¿Hay algo biográfico en Carver? Es muy probable, si uno incursiona en algunos papeles sobre su vida, descubre que el tipo tuvo muchos y mal pagos empleos, que tuvo, por lo tanto, serios problemas de dinero, padeció un fracasado matrimonio, estuvo muy enfermo y gravemente comprometido con el alcohol. Y a qué viene esto, en realidad poco importa cuál de sus personajes es el mismo Carver, lo que sí importa es que el tipo activa sus propias circunstancias hasta más no poder, algo que no le quita mérito alguno sino que potencia la voz de sus personajes. En concreto el tipo no adolece, no se avergüenza de ser lo que es, y no busca ningún superhéroe para sus personajes, Clark Kent nunca es Supermán, y allí radica su poder, al lector le comienza a atrapar ese pobre y torpe típo anteojudo y que el señor volador de los calzoncillos sobre el pantalón engrupa a otros. Por último es interesante ver el juego objetividad-prosa, subjetividad-poesía. Pareciese que en Carver este juego consistiese en dos situaciones claras, la primera, ante la necesidad de exponer con cierta distancia una situación, que bien puede o no ser personal, elige la prosa. Allí el narrador corre un velo sobre su rostro, no opina, se mantiene distante, sólo crea el clima, y todo lo que se digan sus personajes y de lo que de ello se desprenda correrá por cuenta del lector. La segunda situación es cuando el escritor quiere estar presente en la escena, entonces emerge El Poeta, ese hacedor, y emerge el Yo del poeta, (y aquí que aparezcan los detractores del Yo en poesía, que critiquen entonces a Carver, Bukowski, Sexton, escritores del país norteño herederos de Whitman y los Bitiniques -como diría, por beat generación, un amigo que maneja muy bien el cocoliche-) Por que Carver, aunque su mayor fama la deba a la prosa, es un enorme poeta capaz de crear esos difíciles poemas que como el barrio del tango son lindos de tan feos, y cuanto más desprolijos más excitantes. Por que Carver es un enorme poeta que bien conoce el buen uso del yo. Yo que es uno con su poesía y lo dota de esa personalidad arrasadora, que aunque pierda todo en una partida de póker, precisamente, porque pierde, nos mueve a apoyar nuestro brazo sobre su hombro y acompañarlo a tomar una cerveza. Una cerveza, sí, aquí nomás, en el bar de la esquina.
“PONGASE USTED EN MI LUGAR”
O COMO EL PATETISMO NO DEBE INVADIR UN RELATO
En “Póngase usted en mi lugar” Carver nos mantiene prevenidos, nos da una clase ejemplar de cómo no escribir un cuento, escribiéndolo. Se crea la situación, una pareja va ha visitar a sus antiguos locadores, y allí están la típica pareja burguesa, el señor sabelotodo y su mujer subyugada. El señor sabelotodo comienza a tirarle consejos, tan creído de si mismo como nuestra señora presidenta, le dice “Pienso que un viaje a Europa le vendría muy bien a un escritor” y Carver que por aquel entonces era como la hija de la lágrima de Charly “No conozco Nueva York, no sé lo que es París, vivo dentro de una lágrima vivo dentro de mí”. Porque está claro que para un escritor el viaje es interno, sin negar lo otro, la mesa del bar de Philips Larkin, la biblioteca y la ceguera de Borges pueden ser suficientes. El relato sigue cuando el sabiondo comienza contándole, para que tome note como escritor, un “idilio ardiente” una historia a la que la señora adjetiva de “repugnante”, chupada de pipa de por medio el buen señor le pide que “logre penetrar en la cabeza de ese hombre”, sigue con la telenovela y le pide que piense en “ella” la joven adolescente enamorada del hombre casado, todo desde un plano moral, plano que al parecer debe privar en el relato, cuando sabemos que en Carver ocurre todo lo contrario, los hechos dicen, el lector juzga, los hechos que van creando ese, como le gustaba decir, “clima de amenaza” donde todo parece a punto de estallar, donde el escritor es un tercero un poco alejado de la historia que deja que esta trascurra casi intocada por él mismo. Por otra parte, nunca encontrará en otra cabeza, por más telepatía que use, lo que no está en la suya. Los lugares comunes se suceden, en esta y en la segunda historia que el señor de la pipa obliga a su mujer contar y así lo hace hasta que llega la frase que hace tentar al aconsejado, dice la señora “El destino la envió a morir en el sofá de nuestra sala, en Alemania” grandilocuencia tal, pedantería y patetismo que hacen que nuestro joven escritor estalle en la risa ante la impavidez de los anfitriones, que como si fuera poco, el señor de la pipa , enojado aconseja –“Si fuera usted un escritor de verdad…. Trataría de entender. Sondearía en las profundidades del corazón de aquella pobre mujer…” es decir sigue lanzando como mazazos esos pedazos de retórica, que más que mazazos parecen bollos de grasa semiderretida, que a nuestro personaje esquiva y no hace más que provocarle más y más risa. Bien, creo que Carver se la ingenia con este “anticuento” para sus propias convicciones, hacer una muy buena historia.
FINAL DEL RELATO “PONGASE USTED EN MI LUGAR”
Myers arrancó y se apartó del bordillo. -Esta gente está loca –dijo Paula. Myer le dio unas palmaditas en la mano. -Daban miedo –dijo Paula. Myers no contestó. Le dio la impresión de que la voz de Paula le llegaba de muy lejos. Siguió conduciendo. La nieve golpeaba contra el parabrisas. Siguió silencioso, mirando la carretera. Se hallaba en el final mismo de una historia.
“LA VIDA DE MI PADRE”
Este relato autobiográfico de Carver puede tomarse como un buen ejemplo de su estilo. Aunque el tema lo toque tan de cerca mantiene la tensión sin caer en trampas sentimentales. Obsérvese cuando toca el tema de el padre mujeriego, con todo lo traumático que puede haber sido pone todo en boca de su madre: -Una vez encontró el lápiz de labios de otra junto a un pañuelo bordado (la madre)¿Ves esto?, me dijo, alguna putita lo dejó en el coche”. Aquí la voz de la madre diciendo aquello de “alguna putita” deja todo dicho. Mas adelante cuando visita en la clínica mental al padre, una mínima descripción nos explica absolutamente cómo era el estado del enfermo “Estaba sentado en un sofá con una manta sobre las piernas” No mucho más que agregar. Estilo Carver. Culmina con un poema dedicado al padre que surge a partir de una fotografía, y luego una explicación de ese poema, nos dice: El poema es verídico en sus detalles, excepto que mi padre murió en junio y no en octubre, como dice la primera palabra del poema. Quería una palabra con más de dos sílabas para que fuera más pausada. Pero, más que eso, quería un mes apropiado a lo que sentía cuando escribía el poema, un mes de días cortos y luz que se desvanece, humo en el aire, las cosas pereciendo. Junio eran noches y días de verano, graduaciones, el día de mi boda, el cumpleaños de uno de mis hijos. Junio no era mes para que el padre de uno muriera” Y esta mentira: Octubre por Junio quizás porque esa sea la verdad del poema, la verdad de la poesía que siendo mentira es más verídica que la realidad. La poesía es verdad, la realidad quién sabe.
Roberto Daniel Malatesta
RAYMOND CARVER
RAYMOND CARVER - Conversación
Podríamos tomar al relato “Conversación” como emblemático del estilo “Carver” en él se desarrollan características cómo:
1- Mínima cantidad de personajes (en este caso Sandy y su marido, el desocupado)
2- Desarrollo en un espacio reducido (aquí la sala del famoso sofá y la cocina)
3- Objetividad en el desarrollo de la acción, no hay juicios, los juicios sobre el comportamiento de los personajes quedan a criterio del lector. La voz que relata se mantiene distante y deja que la escena transcurra.
4- El famoso, por él mismo Carver explicado, clima de amenaza. Esa tensión que crece a medida que transcurre el relato y que parece que la situación “estallará” en cualquier momento (ciertamente pocas veces estalla, ese explosivo también queda en manos del lector)
5- El elemento “gestual” los personajes suelen decir más con gestos que con palabras dotando a la trama de una resonancia que del silencio va al lenguaje (que sólo opera en el lector) a través de esa “propagación” sugestiva.
6- Se pueden nombra muchos más: Cotidianeidad de los hechos, marginalidad de personajes con vidas personales conflictivas y a punto de caer en el vacío.
En particular este relato comienza con un desocupado que se despacha con el sencillo y nada patético – Hoy me han despedido. “Oye, ¿qué va a ser de nosotros ahora?” (Yo diría también, nada argentino, proclives a caer en las exageraciones en estos terrenos) suficiente, a partir de allí se instala en el sofá de la sala, televisor encendido, almohada y un libro que siempre permanece en la misma hoja. “Es como si viviese ahí” pensaba Sandy su esposa. Pero la acción se desarrolla sobre todo luego de un hecho doméstico: la heladera que se funde y como consecuencia una pila de alimentos en mal estado, (muy importante que haya helado pues ese helado chorreado parece “pintar” la escena)
La parte gestual aparece mucho pero aquel, ante la increíble calificación de “especialista en anuncios del periódico” del desocupado, observamos a Sandy “Ella se quitó las manos de la cara y lo miró”.
Y la escena final donde son los pies y el charco de agua que nos permiten seguir, como quería Borges, viviendo en el cuento. Ningún final cerrado, todo lo contrario, el esposo de Sandy se instala en nuestra sala.
Transcribo los párrafos finales
“Bajó la cabeza y vio los pies descalzos de su marido. Miró aquellos pies junto a un charco de agua. Sabía que en la vida volvería a ver algo tan raro. Pero no sabía que hacer. Pensó que lo mejor sería pintarse un poco los labios, tomar el abrigo y marcharse a la subasta. Pero no podía apartar la vista de los pies de su marido. Dejó el plato en la mesa y se quedó mirando hasta que los pies salieron de la cocina y volvieron al cuarto de estar.”
UN POEMA (Y de yapa un segundo poema muy particular para nosotros los argentinos)
ENCERRADO AFUERA Y TRATANDO DE VOLVER A ENTRAR
Simplemente sales y cierras la puerta
sin pensar. Y cuando te das vuelta y miras
lo que has hecho
es demasiado tarde. Si esto suena
como la historia de una vida, está bien.
Estaba lloviendo. Los vecinos que tenían
llave no estaban. Probé y probé
con las ventanas de abajo. Observé
dentro el sofá, las plantas, la mesa
con las sillas, el estéreo.
Mi taza de café y el cenicero me esperaban
sobre la mesa con tapa de vidrio, y eso
me partió el corazón. Dije Hola, amigos,
o algo así. Después de todo,
esto no era tan malo.
Me habían pasado cosas peores. Esto
era incluso un poco divertido. Encontré la escalera.
La llevé y la apoyé contra la casa.
Después bajo la lluvia trepé hasta el balcón,
salté la baranda
y probé la puerta. Que estaba cerrada,
por supuesto. Pero igual miré adentro,
mi escritorio hacia la que alzaba la vista
y miraba para afuera cuando me sentaba allí.
Esto no es como la planta baja, pensé.
Esto es otra cosa.
Y era algo mirar hacia adentro así, sin ser visto,
desde el balcón. Estar allí, adentro, y no estar allí.
Ni siquiera creo que pueda hablar de eso.
Acerqué la cara al vidrio
y me imaginé allí adentro,
sentado ante el escritorio. Alzando la vista
de mi trabajo de vez en cuando.
Pensando en algún otro lugar
y en algún otro tiempo.
En la gente que había amado entonces.
Durante un minuto me quedé bajo la lluvia.
Sintiéndome el más afortunado de los hombres.
Aún cuando me atravesara una ráfaga de dolor.
Aún cuando me sintiera violentamente avergonzado
del daño que entonces había hecho.
Hice trizas esa bella ventana
y volví a entrar.
CUBIERTOS
Haciendo trolling con el señuelo 20 pies detrás del bote
bajo la luz de la luna, ¡cuando el enorme salmón picó!
Y salió entero fuera del agua. Pareció pararse
sobre su cola. Después volvió a caer y se fue.
Temblando, seguí hasta el puerto como si nada
hubiera pasado. Pero había pasado.
Y pasó tal cual lo acabo de contar.
Me llevé el recuerdo a Nueva York
y más allá. Me lo llevé donde quiera que fui
Todo el camino hasta aquí, hasta la terraza
del Jockey Club de Rosario, Argentina.
Desde donde miro el ancho río
que devuelve la luz de las abiertas ventanas
del comedor. Me quedo fumando un cigarro,
escuchando el murmullo de los socios
y sus mujeres adentro, el leve sonido
metálico de los cubiertos contra los platos. Estoy vivo
y bien, ni feliz ni infeliz,
aquí en el Hemisferio Sur. Por eso me deja
más perplejo que nunca
el recuerdo de ese pez perdido, alzándose,
dejando el agua y volviendo a ella.
El sentimiento de pérdida que me asaltó entonces
me asalta todavía. ¿Cómo transmitir algo de lo que siento
sobre este asunto? Adentro siguen
conversando en su propia lengua.
Decido caminar
por la orilla. es la clase de noche
que hace que hombres y ríos estén más cerca.
Camino un trecho, después me detengo. Advirtiendo
que no he estado cerca. No
durante muchísimo tiempo. Ha sido
esta espera la que ha venido conmigo
a todas partes. Pero ahora crece la esperanza
de que algo se levante y salpique.
Quiero oírlo, y seguir adelante.
Raymond Carver
traducción Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich.
CONSIGNA: Relato o poema, lo que ustedes prefieran, “un hecho doméstico que les haya sucedido (o no). Si se puede imitar el estilo Carver mejor.
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